por Alejandro Cagliero
La guerra de Malvinas, fue un violento hecho histórico que marcó a sangre y fuego la historia de nuestro país. Ya nada sería igual luego de aquel 2 de abril de 1982 y, menos aún, a partir de la rendición de las fuerzas argentinas el 14 de junio de dicho año.
Los años pasaron y el vívido recuerdo de aquellos fatídicos 73 días que duró la contienda quedaron grabados en la memoria de la historia nacional. La guerra, a medida que corría el tiempo, dejó de ser un tema tabú para nuestra sociedad y comenzó a ser debatido con mayor apertura en los diversos ámbitos que componen el tejido social argentino. Sin embargo, todavía, quedan deudas por saldar con aquellos combatientes que arriesgaron la vida en los fríos días del otoño malvinense y que todavía hoy, muchos, arrastran sus secuelas físicas y psicológicas. La deuda se torna impagable para los familiares de los soldados que allí perecieron y para aquellas familias que perdieron a un padre, hermano, hijo, etc., ex combatiente, víctima de la depresión y los traumas bélicos.
Existe, sin embargo, otra cuenta pendiente inconmensurable para con un grupo de heroínas, olvidadas por la historia. Hablamos aquí del cuerpo de enfermeras pertenecientes, durante la guerra, al Escuadrón de Sanidad de la IX Brigada Aérea, apostadas en el Hospital Reubicable en la ciudad de Comodoro Rivadavia (Chubut), lugar que fuera el centro de operaciones de la Guerra de Malvinas. Dicha Brigada estaba compuesta por: Alicia Reynoso, Ana Masitto, Gisela Bassler, Gladys Maluendez, Stella Morales, Marta Arce, Mónica Rosas, Mirtha Rodríguez, Elda Solohaga, Sonia Escudero, Stella Botta, Mónica Rodríguez, Liliana Colino y Esther Moreno.

Resulta importante destacar aquí, que la Escuela Patricias Argentinas, a través de su cuerpo docente, se encuentra frente a la tarea de recabar información sobre las mujeres que dan nombre a su escuela y también, buscando a las nuevas Patricias Argentinas de nuestra historia reciente y actual. En dicho marco, invitaron a la enfermera veterana de guerra Alicia Reynoso, quien charló con alumnos, personal docente, veteranos de guerra y representantes del Gobierno Municipal recordando cómo fueron esos frenéticos, caóticos y dolorosos días de 1982.
Una las primeras memorias de Alicia fue el armado del Hospital Reubicable (comprado a los Estados Unidos en 1980 y que había sido utilizado durante la cruenta guerra de Vietnam). El mismo contaba con 11 módulos que se ensamblaban y permitían el uso sanitario de los mismos. Dicho hospital de campaña contaba con 30 camas, quirófano, sala de terapia intensiva, radiología, entre otros servicios médicos.
Remarcó también que la relativa “calma” del hospital reubicable tuvo un abrupto final cuando comenzó el ataque inglés, a las fuerzas argentinas apostadas en las Islas, el 1 de mayo de 1982. A partir de allí comenzaron a llegar, casi sin cesar, los heridos del combate. El recuerdo más vívido de Alicia es el del constante pedido de los soldados por sus madres y también, las ansias de los heridos de ser rápidamente curados para volver al frente de guerra.
Estas valientes mujeres, se transformaron allí, entre la sangre y el barro, no solo en enfermeras militares entrenadas, sino en consejeras, terapeutas y en un lazo de comunicación entre los soldados heridos y sus familias. La tarea por ellas realizada fue, sin dudas, titánica; largas noches bajo el frío cielo de Comodoro Rivadavia atendiendo soldados que presentaban las más diversas heridas y las nacientes cicatrices psicológicas de los violentos sucesos vividos, tanto para las enfermeras como para los soldados. Esos recuerdos, acompañan, como una mochila, el día a día de Alicia y sus camaradas.
Todos sabemos cómo terminó la guerra de Malvinas, algunos saben de la larga lucha de los veteranos de guerra por el justo reconocimiento, por parte de las autoridades nacionales, provinciales y municipales, al deber cumplido en el otoño de 1982; pero la mayoría desconoce el olvido al que fueron sometidas estas enfermeras que participaron en la contienda. El olvido como excusa para tapar una de las guerras más insensatas de la historia de nuestro país y que se llevó la vida de cientos de soldados, ex soldados y dejó profundas heridas psicológicas en aquellos que la vivieron en carne propia.
Alicia Reynoso confiesa que atravesó un largo infierno personal hasta poder hablar abiertamente sobre su experiencia en la guerra. Hasta el día de hoy, muchas otras luchan por superar los traumas originados por el conflicto y por el olvido injustificado del cual fueron víctimas en los años siguientes al mismo. Sin embargo, la voluntad de este grupo de enfermeras ha comenzado a rendir, lentamente, sus frutos. Ya son reconocidas como Veteranas de Guerra, han recibido reconocimientos por parte del Congreso Nacional y son invitadas a desfilar en los actos nacionales que se realizan cada 2 de abril en nuestro país. Ejemplo que ilustra, en mi opinión personal, la lucha de la mujer argentina actual por la igualdad de derechos y oportunidades.
Reynoso, además, exhortó a los presentes sobre la importancia de la paz y la negociación como único medio a través del cual se puede recuperar la razonable soberanía argentina sobre las Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Sin dudas, nos recuerda a la frase del escritor francés Albert Camus; “Hay causas por las que merece la pena morir, pero no por las que merece la pena matar”.
Finalmente, a modo de reflexión, podemos decir que la guerra es el abismo más oscuro de la conducta humana, pero la luz siempre encuentra hendijas por donde colarse. En la guerra, la luz es la camaradería, la solidaridad, la valentía y también, estas audaces enfermeras, verdaderas Patricias Argentinas, que aportaron todo lo que tenían en los tiempos más oscuros, sangrientos e injustos que le tocó vivir a nuestro país.
Extendemos un enorme agradecimiento al Personal Docente de la Escuela Patricias Argentinas por la invitación y aplaudimos el trabajo de revalorar el rol de la mujer en nuestra rica historia nacional y a Silvina Zamit por el material fotográfico.
Excelente relevamiento del momento vivido. Gracias Alejandro Cagliero y Héctor Decándido por estar, por ser activos participes de esta propuesta.